
Personalmente prefiero pensar que el caos que se revuelve a nuestro alrededor no es casual. Podría ser muy infantil, pero no subestimo a ningún extraño en la calle solo porque no está en mi plan. De hecho casi me importa más la influencia del caos en mi vida que la de los esfuerzos que puedo hacer para mantener el orden.
En general le tememos al caos, y lo entiendo perfectamente, ¿quién quiere ser despertado a las 3 am por el caos, o sorprendidos en un aeropuerto durante las navidades, o en medio de la final de tu equipo de futbol? Yo no voy a cambiar tu opinión sobre el caos, pero hay que admitir que tiene un lado amable, la aleatoriedad, infinitas opciones sin ningun orden específico.
Estamos sujetos a unas leyes físicas, esas son las reglas del juego, pero todo lo demás es un caos incesante que lleva a la gente a hacer cosas inesperadas que obviamente repercuten en otras…
Poder encontrar la belleza en lo inesperado no es fácil, tampoco te pido que lo hagas, yo me tomare esas molestias por ti.
Una chica va en el mismo autobús, por ejemplo, a la misma hora todos los días, comparte esa ruta y ese horario con más personas, entre ellas un chico. –ya puedes ver por dónde voy- un día la chica que siempre está a tiempo, siempre se sienta en el mismo sitio, no está. Ese chico, que comparte la ruta y que algunas veces cruza miradas con ella, lo nota. Dos días después ella aparece y él al verla dice “Hola, ¿me puedo sentar contigo?”.
No voy a llenar esta entrada con historias de amor, principalmente por lo que he dicho antes de que la aleatoriedad permite demasiados resultados posibles. (y que es un poco cursi también).

He llegado a mi punto. Yo creo que tenemos que seguir intentando darle finalidad al caos, no dejarnos llevar por él, luchar aunque él siempre gane. Es una bonita historia que contar, porque quien sabe, quizás sí va a suceder algo hermoso cuando esa chica le diga a él que sí se puede sentar a su lado.