martes, 15 de febrero de 2011

Primero lo primero y luego todo lo demás

Quisiera escribir un blog profundo sobre lo que estoy sintiendo ahora, pero no puedo más que contaros algunas partes de la historia que ahora mismo está culminando.
El mundo de las relaciones es uno lleno de vivencias e historias. Algunas más aleccionadoras que otras.
Las mías suelen ser profundas, aunque terminen de maneras banales o por cosas relativamente fáciles de solucionar.
Acaba de pasar san Valentín y muy a mi pesar, después de tres relaciones serias y casi ocho años de emociones invertidas no tengo ningún recuerdo de san Valentín. Recuerdo dar muchos regalos y recibir alguno también.
Aunque siempre he sido muy de dar regalos resulta que los 14 de febrero nunca han sido especialmente románticos para mí.
Recuerdo la primera sorpresa que le hice a mi primer novio. Aunque él era 6 años mayor que yo compartíamos una inocencia y una ilusión por las cosas pequeñas que nos conectó desde el primer día.


Yo estaba de pasada en esa ciudad, apenas ideando un plan y con mucho futuro por delante, él era un rockero gracioso, sencillo y con muchos conceptos que me rodearon, no tenía escapatoria y me enamoré de él. Pero el hechizo se rompió cuando tuve que volver a mi casa sin saber cuándo le volvería a ver, entonces comenzamos un idilio telefónico alimentado a diario por limitados minutos llenos de complicidad. Algún tiempo después volví. Pero no desvelé mi plan. Los amigos que teníamos en común me escondieron en su casa y le pidieron venir más tarde ese mismo día. Le contaron que yo nunca más volvería, que mi vida se había complicado mucho y que sería mejor que me olvidara. Él se llevaba las manos a la cabeza y se tapaba la boca entre sorpresa y desconcierto. Yo le miraba a través de un cristal tintado. No pude soportar más y salí con un salto "¡Aquí estoy!" dije "¡Es todo mentira!"
He olvidado qué dijo, solo recuerdo que bebió un vaso interminable de agua mientras me miraba atónito y me abrazo como si yo fuera la única en el mundo. Y él para mi también era el único del mundo.


Vivimos un amor de película, éramos una sola persona, yo me nutría de su creatividad y él de la frescura que yo llevé a su vida. Fuimos felices. Y se trata de eso, ¿No?, de ver por todos lados algo que compartir, decir con una mirada lo que no queremos que los demás oigan, estirar la mano en la oscuridad y saber que el otro estará allí para estrecharla.
Si alguna vez has sentido eso te deberías sentir muy afortunado.
Algunos se pasan toda la vida buscando alguien en quien confiar ciegamente y nunca lo encuentran, otros lo tienen y por miedos o por imprudencia lo pierden.



Algunos de los que somos capaces de callar las voces de la desconfianza podemos dejar pasar ofensas por un bien mayor, y sacrificar una completa felicidad por otro estereotipo mucho más cotidiano y normal. Saber cuando estamos siendo conformistas y cuando no es el dilema que me trajo hasta aquí.

Ahora mismo mis emociones y mis pensamientos se debaten entre la razón y los recuerdos. Hace algún tiempo mi corazón dejó de vivir y se ha alimentado de recuerdos que lentamente dejan de causarle asombro. Y mi mente como siempre le ordena dejar de sentir, no tiene sentido. Si al final esa frase tan empalagosa va a ser cierta, “el amor tiene razones que la razón no entiende”.

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