viernes, 18 de febrero de 2011

La verdad sobre...



¿Alguna vez habéis sentido como si los recuerdos a los que os aferráis realmente pertenecieran a alguien más? 
Con frecuencia recuerdo cosas que me han sucedido o palabras que me han dicho y que parecen ser un segmento de una película. Incluso solemos decir, ¿pasó de verdad o lo soñé?
Veamos, hay otras cosas que dejan una huella, hay gente que te marca, lugares que no se olvidan, sensaciones que puedes revivir cerrando los ojos, pero, cuanto de eso realmente nos pertenece y cuanto le pertenece a ese otro, el que interactúa con nosotros, ese que con una mirada puede elevarnos del suelo o hundirnos, aquel que nos lo dice todo con un silencio.

La verdad sobre el amor yace en los recuerdos. La capacidad de desechar lo que nos disgusta y recordar lo que sí nos gusta. 
Hace unos días llego a mí un video en el que EMILIO DURÓ decía, entre otras cosas muy interesantes, que no es cierto que olvidamos lo malo y nos quedamos con los recuerdos placenteros, al contrario, "recordamos a la abeja que nos picó, no a las 500.000 que no nos picaron"
Ahora creo que es eso lo que nos sucede a la hora de terminar con una relación bien sea de trabajo, personal o de amistad. Somos incapaces de recordar absolutamente todo lo bueno, solo nos reforzamos en lo que nos hizo daño de alguna manera aunque se trate de algo eventual o fortuito. Por ejemplo, una novia que siempre te prepara la cena o un hombre que a diario va a trabajar son recompensados con estabilidad y estados emocionales agradables por quienes le rodean. pero en cuanto uno de estos personajes deja de cumplir una de sus funciones, cualquiera que esta sea se produce una especie de bache en el camino que bajo nuestra condición humana no somos capaces de sobrellevar o incluso olvidar. 
Nos preocupamos por la posibilidad de que vuelva a suceder o el porqué de las razones para que esto suceda. ¿No es más fácil seguir adelante? No.

La verdad es que estamos hechos para sobrevivir, si un "peligro" se presenta en nuestra cotidianidad para romper con nuestra paz podemos llegar a pensar que tendrá consecuencias en otros aspectos y que acabara con nuestras vidas. Es la verdad. Más allá de la razón intentamos preservar lo que con más o menos esfuerzo hemos logrado.

Lo que me lleva a pensar que quizás lo que llevamos dentro e interfiere con la duración de una relación de pareja puede ser pensar hasta que punto nuestro compañero o compañera interfiere con la continuidad de nuestros planes personales. Es decir, si él o ella nos ayudan o nos estorban. Esto puede ser muy claro o muy subjetivo.
Desde un punto de vista bastante básico y para algunos, arcaico -para mi innegable- la genética puede descartar a muchos candidatos, desde la asimetría hasta los gustos musicales el subconsciente y el cerebro primitivo susurran claramente sus decisiones. Por eso siempre queremos estar cerca de quien aparenta salud, huele bien y encaja con nuestros patrones culturales, raciales o emocionales. Luego cuando alguien en quien hemos confiado nos desilusiona repentinamente deja de ser simétrico, bueno y apropiado, se interpone en nuestro patrón de preservación de la especie.

No sé si me desvío, pero probablemente no esté muy lejos de encontrar la razón por la que alguien deja de querer a otro alguien, incluso después de años y a pesar de todo lo bueno que nunca más volverá  a darse.

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